Lo de siempre antes de una carrera fuerte son los nervios, por más preparado que estés nunca faltan. Este maratón no era la excepción en primera porque en el 2013 casi fuí derrotado por unos muy fuertes calambres que me hicieron acabarlo en más de 5 horas, pero logré terminarlo. En segunda porque venía de una semana sin haber podido salir a correr por una infección en la garganta en este invierno húmedo.
Llegamos muy temprano a las 6:30 después de un buen café a las estupendas instalaciones de Ciudad Deportiva en Mexicali, saludando a los amigos y compañeros corredores de todo el estado. Un poco de tiempo para las fotos del recuerdo y sin saber como, ya estaban dando la tercera llamada para empezar el maratón y escuchar las palabras de ánimo del Gober Kiko Vega. Suena el disparo y empezamos.
Muy tranquilamente y guardándome inicié pegándome a mi compañero de club y amigo, Marco Valencia. Él venía con muy buena preparación y un excelente plan para hacer un sub 4 y por eso traté de estar siempre con él. La ruta permitía ver a los que ya vienen de regreso lo que no siempre estoy seguro me agrade porque por un lado te distrae y te da ánimos al mismo tiempo que apoyas a quienes te vas encontrando, pero también te deja ver cuanto te falta para alcanzarlos. Bajamos por la Justo Sierra, rodeamos la glorieta Lázaro Cárdenas y subimos de nuevo para recorrer la Avenida Reforma regresando por Madero con muy buen paso.
Ahí nos encontramos a otro grupo de corredores con quienes nos fuimos juntos para la compañía y el apoyo. Bajando por Gómez Morín fue que nos despegamos el Chain y yo del grupo pero continuando todavía a buen paso. De hecho al llegar a la marca del medio maratón habíamos hecho 1:53 lo cual era bastante acorde a mi plan. En ese enorme bulevar mirando a los punteros, saludando a Castañeda quien estaba haciendo muy buena carrera y checando las distancias que faltaban como que bajé un poco el paso y ya estaba haciendo poco más de 6 minutos por kilómetro pero todavía con muy buen paso, hasta me lo hicieron saber así Gerardo y Alex de Bonita Road Runners que también querían hacer el sub4. Entrando a la Calzada Cetys, una ida y venida de más de 7 kilómetros con los automovilistas más irrespetuosos del mundo ya estaba llegando a los 7 minutos por kilómetro pero pasando cerca de la casa de mi hermana y con los ánimos de mi carnal quien hacía el último tramo del maratón en relevos no dejé decaerme.
Aquí ya llegando a la calle de la línea de la garita de Mexicali y faltando solo unos 4 kilómetros apenas podía trotar, había un intento de calambre que querían darme pero no quise detenerme a caminar pues sabía que cualquier segundo de inactividad dispararía estos calambres. Todo mundo que me pasaba, como Carlos Arreola (el incansable enmascarado) me daban ánimos y estoy muy agradecido con los jóvenes voluntarios de estos últimos puestos de abastecimiento que no solo detenían el tráfico y te acercaban agua, plátanos, miel y otros aditamentos, sino que se notaba que genuinamente querían apoyarte y que llegaras bien. Aquí al dar vuelta de nuevo, mi ingle estaba a punto de estallar con intentos de calambre y aprovechando que el agua de los bolis estaba helada hice lo que tenía que hacer, abrir los shorts y rociarme el agua. No me había dado cuenta que en esa glorietita estaba una pareja que nomás se me quedaron viendo incómodamente. Pero cuando tienes 40 kilómetros recorridos, obviamente no me importó y seguí echándome esa agua helada que aliviaba mis músculos.
Ya solo faltaban un par de kilómetros, pero mis tiempos estaban acercándose a los 9 minutos por kilómetro casi arrastrando mis pies pero nunca caminando. No reconocía para nada las calles por lo que no tenía idea en realidad cuanto faltaba, hasta que un corredor que ya venía de regreso me dice «ya solo medio kilómetro, ya la hiciste». Pero no miraba nada. Por fin una vuelta en una esquina y ya podía visualizar que realmente era cuestión de unos doscientos metros. Y aquí un ángel se apareció, venía vestida completamente de negro, me tocó con dos yemas de sus dedos en mi espalda prestándome sus alas para correr a una mejor velocidad y me dijo «ya falta muy poco, ¡disfrútalo!», y ocurrió mi momento de histeria, estaba realmente feliz, carcajéandome tanto que creo que cuando me miró Isabel Mata la ví medio preocupada, pero yo seguía corriendo, riéndome, agradeciendo a este ángel que me llevó unos metros a alcanzar de la mejor forma posible a la meta.
Ya dando la última vuelta este ángel no estaba ahí (¿la aluciné?) pero miré el reloj, miré la gente aplaudiendo y me ví levantando las manos disfrutando enormemente terminar este maratón, como dice Raymundo, sin parar y sin llorar.
Sigo pensando que es mucha distancia dejar la hidratación para cada 5 kilómetros los primeros 30, y lo puedo comprobar porque fueron muchos los acalambrados. Por lo mismo llevé agua en una botellita y mis botes a la cintura que estuve cuidando tomar en tiempos apropiados. Llevé 6 Gu de chocolate y de espresso de los cuales solo me eché 3, y otros 2 los regalé pues vi que los necesitaban más que yo. Lo que sí, es que Mexicali es una ciudad que siempre su gente te apoya cuando te mira haciendo tu mejor esfuerzo, no así la mayoría de los automovilistas, pero eso es otra cosa. Los voluntarios en motos, los del pelotón juvenil, los oficiales de tránsito aguantando mentadas, los mismos empleados de INDE muy puntuales en el apoyo. Los puestos de auxilio de la Cruz Roja siempre atentos con quien lo necesitara. La temperatura fresca, la ruta muy apta para esta distancia, el compañerismo y la camaredería después de terminar la carrera hicieron de este maratón gobernador una estupenda experiencia.